Tiene los cabellos blancos,

Muy arrugada la frente…

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Pero es la más bella,

De todas las mujeres

Esa es la primera estrofa de una hermosa canción que nos enseñaban hace unas cuantas décadas en la escuela. Ya en este 2020, no calza para cantarla a todas las mamacitas, pues ahora hay unas muy jóvenes, y si no les explicamos cuánto sentimiento hay en esa hermosa letra, se pueden hasta resentir.

En una oportunidad, una abuela dijo: “no soy bonita”, y quien le escuchaba le respondió: “no es a usted a quien le compete definirlo, es a quienes te conocemos y te queremos”. Algo así sucede con el hermoso don de la maternidad, lo valoramos aún más, porque somos fruto del amor de una madre, y estamos conscientes de cuánto dolor, sufrimiento pero con satisfacción, conlleva gestar y parir a una criaturita.

En buena hora que todo esto se compensa con la dicha de criar y educar a pequeños, y con verlos corriendo y soltando carcajadas. Más adelante, le brindarán a la madre otras satisfacciones como logros académicos,  laborales y hasta hacerlas abuelas, y es cuando se podrá decir como Mami: ya cumplí.

Madre, yo te ofrendo mi vida.

Madre, yo te entrego mi amor,

Oye, mi canción mas sentida

Que feliz este día, te da mi corazón

Está dedicado este mes de agosto a reconocerle a todas las Madres, su entrega, su dedicación y sacrificio, para sacar adelante a sus hijos, pero no en muchas ocasiones, muchos de esos pueden llegar a limitar ese reconocimiento a la entrega de simples presentes materiales, y con ello creer que eso basta para decirle a Mami cuánto se le quiere. En buena hora que se puedan contar con las condiciones económicas para llevarle “un cariñito” a Mamá, y que a la vez, tanto las pequeñas como grandes empresas, puedan aprovechar “su agosto” para ofrecer una amplia variedad de artículos y muchos regalos más.

Pero debemos tener mucho cuidado en priorizar solo un regalo, en lugar de acciones de mayor valía: un abrazo, la sonrisa sincera, el salir a comer en los casos que si se pueda, y un TE QUIERO MUCHO MAMI.

Es una bella ocasión para desempolvar esos valores tradicionales, versus el exceso de materialismo. Por cierto, un reciente estudio aplicado a unas quinientas madres, ellas comentan lo que les gusta recibir como presentes: artículos para su cuido personal, como los infaltable perfumes y artículos para maquillarse; pero de igual manera, externaron lo que ya no les gusta que les regalen: electrodomésticos, flores, chocolates y peluches.       

Esperamos que estos tip´s contribuyan para hacerle pasar el mejor rato posible, sin demeritar organizarles un buen desayuno, llevarlas a almorzar, o colocar en un sobrecito, la sorpresa de un tratamiento médico, de belleza, dental o hasta masajes, que lo tienen bien merecido; todo con el respeto a las medidas higiénicas.

La influencia para caer en esa tentación, hoy es más fuerte que nunca; ojalá no oigamos a quien diga: “pasé donde mi mamá de carrerita, y ahí le dejé la licuadora que quería”. Quizás esa Madre prefiera un buen rato de compañía y que la escuchemos, a que quede un poco de papel de regalo caído en su cuarto.

Sirva esta reflexión para que valoremos realmente la dimensión – que debe ser diaria– de ese reconocimiento a la propia Mamá, – sean esposa, abuela, hermana, tía, cuñada y/o suegra-. El nivel de mística y sacrificio en silencio que profesa una Madre, es de incalculable valor, y aún no existe regalo o palabra que favorezca esa entrega absoluta que nos brindan ellas, segundo a segundo en nuestras vidas.

Nuestra Madre puede ser una prestigiosa funcionaria pública, pero también puede ser una exitosa empresaria, ó una ejemplar educadora, una abnegada ama de casa, pero además, puede ser aquella que desde las primeras horas del día, se levanta a preparar todo lo que ocupan sus hijos y cónyuge, ó la humilde agricultora que aún con el frío y lluvia de la mañana, debe hacer frente a los sembradíos o el ordeño de sus vaquitas. Todas y cada una de ellas representan lo más sagrado que el Todo Poderoso puso en esta tierra, y como tal, debemos siempre honrarla, y brindarle el lugar más sagrado que merece en nuestras vidas, y en nuestros corazones.

Quienes hoy tienen a este ser querido gozando de la gracia divina, valoran hoy más que nunca, el no tenerla a su lado; por eso, todos los que contamos con la dicha de tenerla junto a nosotros, demos gracias infinitas a Dios, para que así sea por muchos años. Nunca es tarde para adorar a una Madrecita, que es pura ternura y compasión, ó hasta pedirle que acepte nuestro perdón, si en algo le hemos fallado; nunca será tarde para hacerlo.

De no ser así, quizás lo sea ante su tumba cuando lleguemos a despedirla, y entonces podamos recordar:

Cuando niño me mecía,

En sus brazos amorosos

Y todas las noches

Rezábamos juntitos

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