Desde el pasado 8 de mayo, los costarricenses estamos representados en el nuevo gobierno bajo la presidencia de Rodrigo Chaves Robles. Su llegada al poder se dio en un tradicional ambiente de armonía y respeto de la institucionalidad costarricense, caracterizado también por el civilismo y paz que nos identifica ante el mundo. Un traspaso de poderes con Carlos Alvarado, que por primera vez se realiza en el nuevo recinto legislativo
Los visitantes e invitados del extranjero, tuvieron que desfilar por una pequeña cuadra ubicada al costado oeste de nuestro Museo Nacional, – símbolo de la abolición del ejército en diciembre de 1948-, donde les recibían bulliciosos y alegres escolares, y no militares como suele suceder en otras latitudes. De hecho, con mucho agrado se escuchó decir al Vicepresidente de Ecuador, que “nos admiraba como país por invertir en educación y salud, en ves de armas” …
Nos correspondió como electores vivir nuevamente dos rondas electorales con pocas semanas de diferencia, dado que según lo establecido en nuestra Constitución Política, se requiere como mínimo un 40% de los votos para alcanzar la Presidencia en primera ronda, y ninguno de los 25 aspirantes lo logró, – todo un récord en participación-, solo los dos principales partidos, Liberación Nacional de José María Figueres y el nuevo Partido Social Democrático con Chaves a la cabeza, les correspondió enfrentarse el pasado 3 de abril. El resultado ya es ampliamente conocido, y aunque solo 3 de cada 10 electores legitimaron a Rodrigo Chaves como nuevo Presidente, así son las reglas establecidas en el sistema electoral costarricense.
Este hecho de la legitimidad, aunado a que solo disponen de 10 diputados en el nuevo Congreso, hace más difícil y reservado, el pronóstico del éxito de la gestión que hoy inicia Chaves. De ahí la necesidad y la importancia de que toda la clase política y otros sectores influyentes de nuestra sociedad, logren acuerdos efectivos, transparentes y oportunos, para hacer frente a los desafíos sociales como generar más y mejores fuentes de empleo, fortalecer e innovar en la educación, facilitar el accionar del sector privado, y en fin, enfrentar también los retos macro económicos y tecnológicos entre muchos otros.
Al nuevo mandatario le corresponde ahora tranquilizar sus ímpetus y moderar también su estilo de liderazgo, para adaptarlo mejor a la idiosincrasia costarricense, entendiendo que una cosa es hacer frente a una campaña política, y otra, dirigir y representar al país como el Presidente de todos los costarricenses.
Ya será tema en otra ocasión sobre lo que viene sucediendo con el accionar de los partidos políticos, su representatividad y del surgimiento de nuevas agrupaciones, así como de los liderazgos que los definen. En la conformación de la nueva Asamblea Legislativa, ya se verá mucho de este fenómeno, con la salvedad que ahora solo serán seis partidos con representación, porque así lo definieron los electores el pasado 6 de febrero.
Todo lo bueno que se logre por parte del nuevo Gobierno, nos conviene y nos servirá a todos; ahora corresponde cederlos espacio para el acomodo normal, conocer qué sucederá en los famosos primeros 100 días, y luego de ahí, estar al tanto de los acuerdos para nueva legislación, derogar y modificar otras, que al final, busquen el bienestar de las grandes mayorías de nuestro país, tan necesitadas de oportunidades para llevar un ingreso digno a sus hogares. De los primeros discursos legislativos y del propio Presidente el 8 de mayo, surgen esperanza y optimismo para que así sea.