Roberto Maxwell

Colaborador

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Una de esas historias que de niño no pueden olvidarse fácilmente, es cuando tuvimos aquellos encuentros en las fiestas y turnos de pueblo con espíritu festivo y bullanguero, cuando al sonar de las bombetas y acompañadas de alegres Cimarronas, se anunciaba el inicio del Desfile de Mascaradas. Las carreras con chilillo en mano por parte de quienes en sus hombros cargaban a personajes como el Diablo, la Giganta, la Brujilla y muchos otros, hacían las delicias de todos quienes se habían aglutinado alrededor del parque o la iglesia. Correr era la salida más segura para evitar llegar a la casa con unas buenas marcas en piernas y brazos, generando esos eventos populares, todo un proceso de socialización cultural con la participación de personas de todos los sectores y estratos. 

Costa Rica posee una riquísima cultura popular, y dentro de ella, la Mascarada, como la más antigua tradición costarricense, como producto de la colonización española en el proceso de adoctrinamiento de la fe y construcción de la identidad nacional. Su existencia nos debe blindar de dar espacio a costumbres de otros países, máxime que se avecina a fin de mes nuevamente el Día de la Mascarada Tradicional Costarricense.

Hace más de 20 años se tomó esta decisión de dedicar un día a todos quienes están vinculados con esta hermosa tradición que data desde hace doscientos cincuenta años aproximadamente. En muchas familias de Barva en Heredia, Paraíso de Cartago, San Antonio de Escazú y Aserrí por solo citar algunas pocas comunidades, se han ido traspasando de generación en generación, las técnicas necesarias para la elaboración de estas hermosas figuras de papel, yeso y cartón. Las Mascaradas son pintadas de tal manera que esta bella tradición sigue sintetizando en el “volver a soltar una carcajada y cara de temor, ante uno de estos personajes de origen europeo y luego tico que a veces nos asustan y nos provocan salir corriendo”. Simbolizan también a múltiples personajes de cuentos y leyendas, y más recientemente, a representantes de la música, la farándula, el deporte y la política costarricense.  

El origen de esta hermosa costumbre popular nos traslada al Cartago de 1820, cuando se efectuaban las fiestas en honor a la Virgen de los Ángeles, conocidas como las agostinas, época en que se mezclaban nuestros indígenas, mestizos y pardos. De estos eventos religiosos surge la mascarada tradicional a partir 1877. Son consideradas como un objeto místico universal, que le ha sumado al hombre en su vínculo para dirigir el bien y el mal, en un instrumento cuyo rito y danza, están ligados a los antiguos actos sacramentales y los llamados “Misterios de la Época Colonial para la Pasada”. Las Mascaradas constituyen la principal manifestación del proceso de la formación de nuestra cultura, donde también participaron – además de indígenas y españoles- los africanos.

En buena hora que como parte de este rescate de tradiciones por el que abogamos, se realicen distintos encuentros de Mascaradas y otras tradiciones populares en comunidades y universidades, donde se contemplen conferencias, mesas redondas, exposiciones, talleres y reconocimientos especiales a los artesanos mascareros, entre otras, donde destacamos también, la constitución de la Asociación Nacional de Mascareros.

Para seguir consolidando los sentimientos y cohesión del pueblo costarricense, en buena hora que podamos seguir disfrutando entonces de Pasacalles, Feria de Artesanías, talleres sobre confección de mascaras y otros eventos culturales en escuelas, colegios, comunidades, entidades públicas y privadas, para seguir valorando el esfuerzo de nuestros artesanos y mascareros nacionales. 

Tarea enorme nos queda para que nuestros niños y jóvenes, puedan conocer y valorar esta noble tradición, y en esa medida, no puedan ser influenciados por costumbres muy distantes y extrañas a las nuestras. 

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