Esta nota es la primera parte de un tema de gran interés.

La Alimentación Consciente o también conocida como Mundful Eating  más que una técnica es un estilo de alimentación que en los últimos años ha venido a cobrar más fuerza en la cultura Occidental, sin embargo es una práctica milenaria que data desde el siglo VI-IV A.C, en la cultura Oriental.

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Para hablar de alimentación consciente, primero debemos familiarizarnos con el concepto de alimentación, el cuál es el proceso mediante el cual los seres vivos buscan suplir sus demandas energéticas y de nutrientes necesarios para sobrevivir. A la vez, es un proceso complejo en el que intervienen múltiples factores tales como la etapa fisiológica, la disponibilidad de alimentos, la cultura y costumbres, preferencias alimentarias e incluso las emociones, y todas ellas, de una u otra forma intervienen en la selección de alimentos.

Por otra parte, la consciencia, atención plena o Mindfulness, es el estar atentos al momento presente con aceptación y sin juicios, es decir, estar consciente promueve el equilibrio, la sabiduría y la aceptación de lo que es y sin emitir juicios. Entonces, cuando hablamos de Alimentación consciente o Mindful Eating, podemos decir, que es: ….. “el proceso de atención plena, mediante el cual, hacemos una selección de nuestros alimentos de acuerdo a las demandas físicas y fisiológicas del cuerpo, siendo consciente de las emociones, siguiendo la sabiduría interna o intuición y aceptando el momento presente sin juicios. La alimentación consciente promueve el equilibrio entre cuerpo-mente-alma a través de la selección de los alimentos guiada por la intuición”.

Pero, ¿que tan complejo puede ser seguir nuestra intuición?… La intuición no es más que la voz de nuestra sabiduría interna, y que parece ser que a través del tiempo, vamos perdiendo la facultad de escucharla, ya sea por la información que vamos acumulando, experiencias, creencias, juicios, preocupaciones y/o demás que provocan la desconexión con este ser sabio.

La mejor forma de ilustrar y entender la intuición es ver a un niño pequeño comer. Los niños no saben y no se preocupan por quedar bien con los otros, tampoco tiene  vergüenza de decir que no, por lo tanto, si no desean comer, sin ninguna pena o remordimiento mueven su cabeza dando como respuesta un no definitivo; los niños tampoco comen por gula, impulso o porque algo esté rico, o por no poder resistirse o porque esté de moda comerlo, ellos siguen sus señales corporales y comen cuando sienten hambre, tampoco comen hasta acabar el plato, ni piensan que no es adecuado desperdiciar comida, siguen sus señales de saciedad y cuando están satisfechos ya no comen más, aún cuando se trate de su comida favorita saben muy bien cuando parar, todas estas conductas o comportamientos que siguen los niños pequeños no es más que su intuición guiando su conducta alimentaria. Esta forma de alimentarnos que nos parece tan maravillosa y acertada, es la que promueve la alimentación consciente. Cuánto podemos aprender de la sabiduría de un niño, ¿no?

Si analizamos la conducta de los niños nos damos cuenta que ellos tienen la capacidad de escuchar las señales de hambre, y en este punto, es muy adecuado hacer una aclaración ¿sabemos cómo se siente el hambre? ¿somos conscientes de las señales corporales del hambre? ¿Quién rige nuestra alimentación, el hambre o el apetito? ¿Qué diferencias hay entre el hambre fisiológica y el hambre emocional?

El hambre es un impulso fisiológico, el cual nuestro organismo emplea y controla a través de una serie de hormonas, órganos internos y sistema nervioso, para hacernos tomar acción e ir en busca de alimentos cuando nuestro cuerpo así lo requiere. A esto es a lo que llamamos hambre fisiológica, puesto que está regida por señales meramente fisiológicas. Este tipo de hambre se caracteriza porque aparece de forma gradual, se percibe como pérdida de energía, no tiene preferencia alimentaria, se quita con comer, no tiene culpa y normalmente la antecede la frase de: “Tengo hambre”.

El apetito por otro lado, es el impulso psicológico para comer, en el que median factores externos que alientan a las personas a comer, tales como la costumbre social, la hora del día, las emociones, recuerdos de sabores placenteros, la visión de un postre tentador, las creencias, los hábitos, entre otros. El apetito está ligado al hambre emocional, la cual, también puede aparecer como un antojo, este tipo de hambre aparece de golpe, tiene preferencia alimentaria, no se quita con comer, luego de comer aparece el sentimiento de culpa, en ocasiones se interpreta como estado de ansiedad por comer, y a este tipo de hambre lo antecede la frase de: “Quiero comer algo” o “Quiero comer algo y no sé que es”

Pongamos el ejemplo de una persona que tiene el hábito de comer un “snack” cada vez que siente estrés pues tiene la creencia, de que el estrés llega cuando ha tenido largas jornadas laborales y que es merecedor de ese “snack” ¿Qué pasa? Esta persona cede a su creencia, y come el “snack”, sin embargo, el estrés continúa, entonces come más, en este momento piensa, tengo ansiedad de comer, sigue comiendo cualquier cosa, pero su estado emocional no desaparece, es como si se perpetuara. Pero ¿cómo no perpetuarse? Si esta persona no necesita comer, su cuerpo no grita comida, su cuerpo busca desesperadamente descanso, relajación, un momento de no hacer nada, una mirada compasiva y un detente.

Con esto no quiero dar a entender que las emociones son malas o que debemos suprimir nuestros estados emocionales; el miedo por ejemplo es la emoción que te hace huir ante la presencia de un peligro inminente en el que sientes que tu vida corre peligro, entonces, podríamos decir que nuestra propia evolución y permanencia como raza se la debemos en gran parte a las emociones.

En nuestra segunda y próxima entrega, se enumeran 8 pasos con los que se resume el inicio de nuestro llamado a comer con intuición.

Rebeca Sanabria Quesada

Nutricionista – Coach de Nutrición y Salud

[email protected]

www.nutrisa.org

+507-6582-5090

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